Nadie se atrevió a girarse, agacharon la cabeza, y continuó el mosén:
"Por aquel tiempo se celebraba una boda en Caná de Galilea, cerca de Nazaret, y estaba allí la madre de Jesús. Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos. Y, como faltara el vino, le dice su madre a Jesús: «No tienen vino». Jesús le responde: «Mujer, ¿qué nos va a mí y a ti? Todavía no ha llegado mi hora». Dice su madre a los sirvientes: «Haced lo que él os diga».
Había allí seis tinajas de piedra, puestas para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Les dice Jesús: «Llenad las tinajas de agua». Y las llenaron hasta arriba. «Sacadlo ahora, les dice, y llevadlo al maestresala». Ellos se lo llevaron. Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, como ignoraba de dónde venía (los sirvientes, que habían sacado el agua, sí lo sabían), llama al novio y le dice: «Todos sirven primero el vino bueno y cuando ya todos están bebidos, el inferior. Pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora».
Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzo a sus signos. Y manifestó su Gloria (de Borles), y creyeron en él sus discípulos. Después bajó a Cafarnaúm con su madre, sus hermanos y sus discípulos, pero no se quedaron allí muchos días. Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén."
El desconocido saltó, con voz más alta: "Eso es mentira!", señalando con el dedo al cura.
Nadie se movió, encogieron los hombros, y continuó leyendo el párroco:
Los milagros de Jesús son cuantiosos, entre ellos hablaré hoy de dos de ellos:
La Resurrección del niño caído en una terraza. Acusan a Jesús de haber hecho caer al niño y Jesús lo resucita.
Un sordomudo en la Decápolis (Mc. 7:31-37): a quien sanó metiéndole los dedos en los oídos, escupiendo, tocándole la lengua y diciendo: "Effatá", que significa "ábrete".
El desconocido negó por tercera vez : "Eso es mentira!", esta vez con una voz poderosa, parecida a la de Herodes, cuando lo interpreta Enrique Segurana Celma de Valdarrores en Navidad.
Todos los asistentes a la misa dominical torcieron el cuello hacia atrás al unísono.
En el último banco, cercano a la portalada de salida y las escaleras que suben al campanario, había un hombre con túnica blanca, sandalias de cuero (abarques), barba tipo hipster de color castaño.
El grupo estaba formado por Toni, Patxi, Esteban, Marta, Ramón, Andreu, Enric, Xavier, Manolo, José Luis, Oriol, Esther, y los dos nietos de Elvira, según me ha contado Valentín, un hombre muy simpático y hablador que vive en esta calle tan empinada que lleva el nombre del inventor de la penicilina, Penicillium notatum.