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martes, diciembre 18, 2018

el burro del tío Cándido

No nos atrevemos a asegurarlo, pero nos parece y querernos suponer que el tío Cándido fue natural y vecino de la villa de Beceite

Tal vez el cura que le bautizó no le puso el nombre de Cándido en la pila, sino que después todos cuantos le conocían y trataban le llamaron Cándido porque lo era en extremo.

En las tres provincias del reino de Aragón no era posible hallar sujeto más inocente y sencillote.

El tío Cándido tenía además muy buena pasta. Era generoso, caritativo y afable con todo el mundo. Como había heredado de su padre algunas fanegas de olivar y una casita en el pueblo, y como no tenía hijos, aunque estaba casado, vivía con cierto desahogo.

  
el burro del tío Cándido, Beceite, Beseit, quien no te conozca que te compre

Con la buena vida que se daba se había puesto muy rollizo, muy gordo.

Solía ir a ver su olivar, montado en un hermosísimo burro que poseía; pero el tío Cándido era muy bueno, pesaba mucho, no quería fatigar demasiado al burro y gustaba de hacer ejercicio para no engordar más. Así es que había tomado la costumbre de hacer a pie parte del camino, llevando el burro detrás asido del cabestro.

Ciertos estudiantes sopistas le vieron pasar un día en aquella disposición, o sea a pie, cuando entraba en el pueblo por el portal de Villanueva.

Iba el tío Cándido tan distraído mirando los aleros de las casas de piedra que no reparó en los estudiantes. Uno de ellos, que le conocía de vista y de nombre y sabía sus cualidades, informó de ellas a sus compañeros y los excitó a que hiciesen al tío Cándido una burla. El más travieso de los estudiantes imaginó entonces que la mejor y la más provechosa sería la de hurtarle el borrico. Aprobaron y hasta aplaudieron los otros, y puestos todos de acuerdo, se llegaron dos en gran silencio, aprovechándose de la profunda distracción del tío Cándido, y desprendieron el cabestro de la jáquima. Uno de los estudiantes se llevó el burro, y el otro estudiante, que se distinguía por su notable desvergüenza y frescura, siguió al tío Cándido con el cabestro asido en la mano. Cuando desaparecieron con el burro los otros estudiantes por la esquina de la Felicidad, el que se había quedado asido al cabestro tiró de él con suavidad.

Volvió el tío Cándido la cara y se quedó pasmado al ver que en lugar de llevar el burro llevaba del diestro a un estudiante.

Este dio un profundo suspiro, y exclamó:

- Alabado sea el Todopoderoso.

- Por siempre bendito y alabado, -dijo el tío Cándido. Y el estudiante prosiguió:

- Perdóneme usted, tío Cándido, el enorme perjuicio que sin querer le causo. Yo era un estudiante pendenciero, jugador, aficionado a mujeres y muy desaplicado. No adelantaba nada. Cada día estudiaba menos. Enojadísimo mi padre me maldijo, diciéndome: eres un asno y debieras convertirte en asno. Dicho y hecho. No bien mi padre pronunció la tremenda maldición, me puse en cuatro pies sin poderlo remediar y sentí que me salía rabo y que se me alargaban las orejas. Cuatro años he vivido con forma condición asnales, hasta que mi padre, arrepentido de su dureza, ha intercedido con Dios por mí, y en este mismo momento, gracias sean dadas a su Divina Majestad, acabo de recobrar mi figura y condición de hombre. 


Mucho se maravilló el tío Cándido de aquella historia, pero se compadeció del estudiante, le perdonó el daño causado y le dijo que se fuese a escape a presentarse a su padre y a reconciliarse con él. No se hizo de rogar el estudiante, y se largó más que deprisa, despidiéndose del tío Cándido con lágrimas en los ojos y tratando de besarle la mano por la merced que le había hecho. 

Contentísimo el tío Cándido de su obra de caridad se volvió a su casa junto a La Pedra sin burro, pero no quiso decir lo que le había sucedido porque el estudiante le rogó que guardase el secreto, afirmando que si se divulgaba que él había sido burro lo volvería a ser o seguiría diciendo la gente que lo era, lo cual le perjudicaría mucho, y tal vez impediría que llegase a tomar la borla de Doctor, como era su propósito. 

Pasó algún tiempo y vino el de la feria de Valderrobres. El tío Cándido fue a la feria con el intento de comprar otro burro. Se acercó a él un gitano, le dijo que tenía un burro que vender y le llevó para que le viera.

Qué asombro no sería el del tío Cándido cuando reconoció en el burro que quería venderle el gitano al mismísimo que había sido suyo y que se había convertido en estudiante. Entonces dijo el tío Cándido para sí:

- Sin duda que este desventurado, en vez de aplicarse, ha vuelto a sus pasadas travesuras, su padre le ha echado de nuevo la maldición y cátale allí burro por segunda vez. Luego, acercándose al burro y hablándole muy quedito a la oreja, pronunció estas palabras, que han quedado como refrán:

Quien no te conozca que te compre.

qui no te conegue que te compro

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