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domingo, octubre 07, 2018

El heliotropo de Beceite

En la villa de Beceite, que siempre ha sido abundante en gentes extraordinarias, hubo, no hace todavía mucho tiempo, un pintor llamado Calandrio, hombre simplón y de extrañas costumbres, como bañarse en el Matarraña en pleno mes de noviembre, que la mayor parte del tiempo trataba con otros dos pintores, llamados Bruno y Bufalmacho, hombres muy bromistas pero por otra parte avispados y sagaces, que se ajuntaban con Calandrio porque de sus maneras y de su simpleza con frecuencia sacaban algunas risas, llamadas carcañades en Beit Zeyd

Había también en Valderrobres entonces un joven de maravillosa gracia y afortunado en todas las cosas que se proponía, hábil, llamado Tomás del Picapedré, que oyendo algunas cosas sobre la simpleza de Calandrio, se propuso divertirse haciéndole alguna burla o haciéndole creer alguna cosa extraordinaria. Encontrándolo por casualidad un día en la iglesia de San Bartolomé y viéndolo atento mirando las pinturas y los bajorrelieves del tabernáculo o altar mayor de la iglesia, puesto allí unos meses antes, pensó que había encontrado el lugar y el tiempo acorde a su intención.

tabernáculo o altar mayor de la iglesia, Beceite, San Bartolomé


Informando a un compañero suyo de lo que quería hacer, se acercaron juntos a donde Calandrio estaba sentado solo, y haciendo ver que no lo veían, comenzaron a razonar sobre las virtudes de diversas piedras, de las que Tomás hablaba con tanta autoridad como si hubiera sido un famoso y gran marmolista, escultor o picapedrero. A esta conversación pegó el oído Calandrio y después de un rato, poniéndose en pie, viendo que no era ningún secreto, se acercó a ellos, justo lo que pretendía Tomás; siguiendo con su verborrea, fue preguntado por Calandrio “dónde se encuentran estas piedras tan llenas de virtud”. 


Tomás contestó que la mayoría se encontraban en Bot, en tierra de catalanes, en una comarca que se llamaba Tierra Alta en la que las vides de ojo
de liebre se atan con longanizas y se obtiene una oca por un real y un pato de regalo, y hay allí una montaña llenita de arroz caldoso de galeras en lo alto en la que hay gentes que no hacen nada más que asar calçots, preparar salsa romesco y cocer escudella de caldo de capones, y luego lo aventan desde allí abajo, y quien más recoge más come; y allí al lado corre un arroyuelo de vino de garnacha negra como lágrimas de otoño del mejor que puede beberse, sin una gota de agua mezclada.
-¡Oh! -dijo Calandrio-, ése es un buen país; pero dime, ¿qué hacen de los capones que cuecen?

Contestó Tomás:

- Todos se los comen los catalanes. Va gente desde Prat de Compte, Batea, Gandesa, Pinell de Brai, La Fatarella, Caseres, Corbera d'Ebre, Horta de Sant Joan, Arnes, e incluso desde Paüls, cuyos habitantes abren antes la boca que los ojos.

Dijo entonces Calandrio:

- ¿Has ido allí alguna vez?

- ¿Dices que si he estado? ¡Sí, igual he estado una vez como mil!

- ¿Y cuántos kilómetros cuadrados tiene?

- Tiene más de un millón palmo arriba palmo abajo.

- Pues debe ser más allá de los Puertos.

- Exacto, -dijo Tomás-, cerca de la Fontcalda, fuente caliente, junto a la sierra de Pándols y de Caballos.


El tontico de Calandrio, viendo a Tomás decir estas palabras con una cara seria y sin reírse, les daba la fe que puede darse a la verdad más manifiesta, y por ciertas las tenía; y dijo:

- Demasiado lejos está de mis asuntos; pero si más cerca estuviese, sí te digo que iría una vez allí contigo para ver bajar esos calçots y comer escudella de capones hasta empacharme.

Pero dime; ¿en esta comarca del Matarraña no se encuentra ninguna de esas piedras maravillosas?

A lo que Tomás contestó:

- Si, se encuentran dos clases de piedras de grandísima virtud. Una son los pedruscos de Monserrate de Fórnoles, de los que se hacen muelas para moler la harina o las olivas empeltre, y por ello se dice en los países de más allá que de Dios vienen las gracias y de Fórnoles las piedras de molino; pero hay tan gran cantidad de estas piedras de amolar, que entre nosotros son poco apreciadas, como las esmeraldas entre los de Puigventós de la Figuereta, de las que hay allí una montaña casi tan alta como Montecaro, que relucen a medianoche como la aurora boreal. Quien puliera las muelas de molino y las hiciera engastar en anillos antes de que se las agujerease, y se las llevase al Molt Honorable, tendría lo que quisiera.



Monserrate de Fórnoles,
Monserrate de Fórnoles 


La otra es una piedra que nosotros los marmolistas llamamos
heliotropo, piedra de mucha mayor virtud, porque quien la lleva encima no puede ser visto por otra persona esté donde esté.
Entonces Calandrio dijo:

- Grandes virtudes son éstas; ¿pero esa segunda dónde se encuentra?

Tomás contestó que en los Comellassos se podía encontrar.

Dijo Calandrio:

- ¿De qué tamaño es esa piedra y qué color tiene?


Contestó Tomás:

- Es de varios tamaños, alguna es mayor, otra menor, pero todas son de color oscuro, casi negro.

Calandrio, habiendo advertido todas estas cosas, fingiendo tener otra cosa que hacer, se separó de Tomás y su colega, y se propuso buscar esta piedra; pero decidió no hacerlo sin que lo supiesen Bruno y Bufalmacho, a quienes quería mucho.

Se fue, pues, en su busca, para que sin dilación y antes que nadie más fueran a buscarlas, y todo el resto de aquella mañana lo pasó buscándolos. Al final, pasadas las tres de la tarde, acordándose de que trabajaban en una fábrica cerca de la tosquera, aunque el calor agrietaba las rocas, dejando cualquier otra ocupación, casi corriendo se fue donde ellos, y llamándoles les dijo:


- Compañeros, si queréis creerme podemos convertirnos en los hombres más ricos del Matarraña, porque le he oído a un hombre digno de fe que en los Comellassos hay una piedra que quien la lleva encima no es visto por nadie; por lo que me parece que sin tardar, antes que otra persona pueda ir, vayamos a buscarla.

Seguro que la encontraremos, porque sé cómo es; y cuando la hayamos encontrado, ¿qué tendremos que hacer mas que meterla en el morral e ir a las mesas de los cambistas en Valdarrores, que sabéis que están siempre cargadas de monedas de plata y bronce, y coger cuantas queramos? Nadie nos verá: y así podremos enriquecernos rápidamente sin tener que embadurnar los muros todo el santo día, como hacen los caracoles por ahí abajo sobre el azud.


Bruno y Bufalmacho, al oírle, empezaron a reírse por dentro; y mirándose el uno al otro pusieron cara de maravillarse mucho y alabaron la idea de Calandrio; pero preguntó Bufalmacho qué nombre tenía esta piedra. A Calandrio, que era de mollera dura, ya se le había ido el nombre de la cabeza; por lo que respondió:

- ¿Qué nos importa el nombre, puesto que sabemos la virtud? Yo diría que fuésemos a buscarla sin más tardanza.


- Pero bien -dijo Bruno-, ¿cómo es?


Calandrio dijo:

- Las hay de distintas formas, pero todas son casi negras como el azabache; por lo que me parece que debemos coger todas aquellas que veamos oscuras, hasta que lleguemos a ella; así que no perdamos tiempo, vamos.

Bruno dijo: - Para el carro. -


Y vuelto a Bufalmacho dijo:

- A mí me parece que Calandrio dice bien; pero no me parece que sea hora de ir porque el sol está alto y da de pleno en los Comellassos y habrá secado todas las piedras; por lo que algunas de ellas parecen ahora blancas, y en cambio, por la mañana, antes de que el sol las haya secado, parecen negras; y además, mucha gente hay hoy, porque es día laborable, en las fincas que van a Les Escales, que, al vernos, podrían adivinar lo que estamos haciendo y tal vez se pondrían a buscar ellos también; y podría llegar a sus manos la piedra y nosotros habríamos perdido el santo por la limosna. A mí me parece, si os parece a vosotros, que éste es asunto de hacer por la mañana, que se distinguen mejor las negras de las blancas, y en día festivo, así no habrá allí nadie que nos vea. -

Bufalmacho alabó la opinión de Bruno, y Calandrio concordó con ellos, y decidieron que el domingo siguiente por la mañana irían los tres juntos a buscar aquella piedra. Sobre todas las cosas les rogó Calandrio que con nadie en el mundo hablasen de aquello, porque a él se lo habían dicho en secreto.

Y hablando de esto, les contó lo que había oído de la comarca de la Terra Alta, afirmando con juramentos que era así.

Cuando Calandrio se separó de ellos, lo que iban a hacer sobre este asunto lo arreglaron entre ellos.

Calandrio esperó sin tartir (con ansiedad) el domingo por la mañana. Se levantó antes de cantar el gallo de Les Voltes, y llamando a sus compañeros, saliendo por el portal de San Roque hacia arriba, pasando Las Eras, La Nevera, dejando los freginals a la izquierda, trepando unas rocas, ya en los Comellassos, comenzaron a andar por un barranquillo hacia abajo, en dirección a La Cometa, buscando piedras por un pedregal.

Calandrio iba delante, más afanoso, y saltando rápidamente ora aquí ora allí, donde alguna piedra negra veía se arrojaba y cogiéndola se la metía en el seno. Sus compañeros andaban detrás, y de vez en cuando una u otra recogían. Calandrio no había andado mucho trozo y ya tenía el regazo lleno; por lo que, alzándose las faldas del sayo y haciendo con ellas un amplio refajo, habiéndolo sujetado bien con el cinturón por todas partes, no mucho después lo llenó y después de un rato, haciendo con la capa otro compartimento, lo llenó a caramullo de piedrecitas negras.

Viendo Bufalmacho y Bruno que Calandrio estaba cargado como el borrico de San Vicente y la hora de comer se avecinaba, según lo establecido entre ellos, le dijo Bruno a Bufalmacho:

- ¿Dónde está Calandrio? -


Bufalmacho, que lo veía allí junto a ellos, volviéndose en torno, y mirando acá y allá, contestó:

- No lo sé, pero hasta hace un momento estaba aquí delante de nosotros.-

Dijo Bruno:

- ¡Cómo que hace poco! Me parece estar seguro de que ahora está en casa comiendo y nos ha dejado a nosotros en el frenesí de andar buscando las piedras negras por estos Comellassos abajo. -

- ¡Ah!, qué bien ha hecho -dijo entonces Bufalmacho-, burlándose de nosotros y dejándonos aquí, ya que hemos sido tan tontos como para creerle. ¿Crees que habría alguien tan apamplado como nosotros que hubiera creído que en los Comellassos iba a encontrarse una piedra tan milagrosa?

Calandrio, al oír estas palabras, imaginó que aquella piedra había llegado a sus manos y que, por la virtud de ella misma, aunque estuviese él presente no lo veían.

Muy contento de tal suerte, sin decirles nada, pensó en volver a su casa, y con cuidado de no tropezar, fue bajando en dirección a la selva de La Cometa.

Viendo esto, Bufalmacho le dijo a Bruno:


- ¿Qué hacemos nosotros? ¿Por qué no nos vamos? -

A lo que Bruno respondió:


- Vámonos; pero juro a Dios que Calandrio no me hará ni una más; y si estuviese junto a él como lo he estado toda la mañana, le daría así con este guijarro en el talón que se acordaría un mes de esta broma.-


Y diciendo estas palabras y estirando el brazo, le acertó a Calandrio con el guijarro en el calcañar. Calandrio, sintiendo el tremendo dolor, levantó el pie y comenzó a resoplar, pero callando fue avanzando.

Bufalmacho, cogiendo uno de los
códuls que había recogido, le dijo a Bruno:

- ¡Mira este
barrócul: así le diese ahora mismo en los riñones a Calandrio! Y, soltándolo con toda su fuerza, le dio con él un gran golpe en la riñonada; y en resumen, de esta manera, ahora con una palabra y ahora con otra, por los Comellassos abajo, pasando La Cometa, la Prensa y entrando por el portal del Pilar, lo fueron lapidando.

Junto a la casa de Tachín, arrojando al suelo las piedras que habían recogido, se detuvieron un rato con unos guardias, que como estaban informados del plan, fingiendo no verlo, dejaron pasar a Calandrio con la mayor risa del mundo contenida. Este, sin pararse, llegó a su casa, que estaba en el Castellá; y tan favorable le fue la fortuna a la burla que mientras Calandrio por el barranco de La Cometa andaba y luego por la villa, nadie le dirigió la palabra, ya que encontró a muy pocos porque todos estaban comiendo.

Entró Calandrio cargado como un mulo de arriero en su casa. Estaba su mujer (que se llamaba Teresa), hermosa y valerosa, en lo alto de la escalera, y bastante enojada por su larga demora, viéndolo venir comenzó a gritarle con reproches:


- ¡Ya te trae el diablo, rufián! Todo el mundo ha comido ya cuando tú vienes a comer. -

Oyendo esto Calandrio, y viendo que lo veía, lleno de amargura y de dolor comenzó a gritar:

-¡Ay!, mala mujer, tú me has arruinado, pero por Dios que me las pagarás.-

Subió a una salita y descargó allí todas las piedras que había recogido, corrió furibundo hacia su mujer y, cogiéndola por las trenzas, la tiró al suelo, y allí, cuanto pudo mover los brazos y las piernas, tantos puñetazos y patadas le dio por todo el cuerpo, que no le dejó en la cabeza cabello o hueso encima que machacado no estuviese, sin valerle a ella para nada pedir merced con los brazos en cruz.

Bufalmacho y Bruno, después de reírse un rato con los guardianes del portal, con paso lento comenzaron de lejos a seguir a Calandrio; llegando junto a su puerta, escucharon la feroz paliza que a su mujer le daba, y fingiendo que llegaban entonces, le llamaron.

Calandrio, todo sudado, rojo y cansado, se asomó a la ventana y les rogó que subiesen donde estaba él. Ellos, mostrándose un tanto enfadados, subieron arriba y vieron la sala llena de piedras, y en uno de los rincones a la mujer despeinada, blanca como un papel y la cara llena de golpes, que lloraba desconsoladamente. Calandrio, aflojado y jadeante, extremadamente cansado, estaba sentado.

Después de haber mirado un rato dijeron:

- ¿Qué es esto, Calandrio? ¿Quieres hacer un muro, que te vemos con tantas piedras? Y además de esto, añadieron:

- ¿Y Teresa qué tiene? Parece que le has pegado; ¿pero qué es esto? -

Calandrio, agotado por el peso de las piedras y por la rabia con que le había pegado a su mujer, y con el dolor de la fortuna que le parecía haber perdido, no podía reunir aliento para pronunciar enteras las palabras de su respuesta; por lo que, dándole tiempo, Bufalmacho recomenzó:

- Calandrio, si estabas airado por algo, no debías por ello mofarte de nosotros; que, después de inducirnos a buscar contigo la piedra preciosa, sin decírselo a Dios ni al demonio de Queretes nos has dejado como a dos cabrones en los Comellassos y has venido a casa, lo que tenemos por muy gran maldad; pero por cierto que ésta va a ser la última que nos harás.


A estas palabras, Calandrio, esforzándose, contestó:


- Compañeros, no os enfurezcáis: las cosas han sido de muy distinto modo del que creéis. Yo, desventurado, había encontrado aquella piedra; ¿y queréis saber si digo la verdad? Cuando os preguntasteis la primera vez por mí el uno al otro, yo estaba a menos de diez brazos de vosotros, y viendo que os acercabais y no me veíais, fui tirando por delante de vosotros, y siguiendo un poco por delante así he llegado a casa. -

Y empezando por un extremo, hasta el final les contó lo que habían hecho y dicho ellos, y les mostró la espalda y los calcañares, cómo los habían dejado los guijarros, y luego siguió:

- Y os digo que, entrando por el portal del Pilar con todas estas piedras encima, nada me dijeron (aunque sabéis lo desagradables y molestos que suelen ser) los guardas que lo quieren mirar todo, y además de esto, he encontrado por la calle a muchos de mis compadres y amigos, que siempre suelen dirigirme algún saludo e invitarme a beber de su bota, y no hubo ni uno que me dijese media palabra, como que no me veían.

Al final, llegando aquí a casa, este diablo, esta maldita mujer se me puso delante y me vio, porque, como sabéis, las mujeres hacen perder la virtud a todas las cosas; así que yo, que podía decirme el hombre más venturoso de Beceite, me he quedado el más desventurado: y por ello le he pegado tanto cuanto he podido mover las manos y no sé qué me ha detenido de cortarle las venas, ¡maldita sea la hora en que primero la vi y cuando vino a esta casa!


Y encendiéndose de nuevo en ira, quería levantarse para volver a pegarle otra paliza. Bufalmacho y Bruno, oyendo estas cosas, ponían cara de extrañarse mucho y con frecuencia confirmaban lo que Calandrio decía, y sentían tan grandes ganas de reír que casi estallaban; pero viéndole furioso levantarse para sacudir otra vez a su mujer, saliendo a su encuentro lo retuvieron diciéndole que de estas cosas ninguna culpa tenía su mujer, sino él que sabiendo que las mujeres hacían perder la virtud a las cosas no le había dicho que no se pusiera delante aquel día; de esta precaución Dios le había privado o bien porque la suerte no debía ser suya o porque tenía en el ánimo engañar a sus compañeros, a quienes, cuando se dio cuenta de haberla encontrado debía descubrirla. Y después de muchas palabras, no sin gran trabajo reconciliando con él a la mujer apaleada, y dejándolo melancólico en la casa llena de piedras, se fueron.

lo heliotropo de Beseit


Versión de una novela del Decamerón , de Giovanni Boccaccio. 

miércoles, julio 14, 2021

El Bar las eras se ha traspasado.

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En cuanto se ha traspasado el Bar Las Eras, con la acostumbrada gerencia de Rocío Tello y Alberto Tejedor, lo rosset, ha salido a la calle San Roque (tócame Roque) la nueva camarera de la empresa Martinini Nova S.A, con un uniforme de empresa que ha levantado pasiones y otras cosas que no nombramos por si acaso leen este blog menores de 10+8.

El hombre de la foto, Pere Gil Jolivert, aventajado en años, viudo desde que los Dire Straits dejaron de tocar, en cuanto ha visto a esta maciza rodando en patines, ha pedido para él solito veinte vermuts, con soda, hielo y rodaja de limón, y se los ha bebido.

Al atardecer, con una "gatera" o gatina (borrachera) comparable a la de Tomeu Penya en una de sus canciones más conocidas, se ha declarado a la macizorra y le ha ofrecido todo su extenso patrimonio, fruto de generaciones de crianza de porcino, caprino, ovino y lechuguino, plantaciones de cebada, veza, trigo, pipirigallo, almendros, olivos mandarinos, boniatos, acelgas o bledes, borrajas o borraines. 


    

Ella ha aceptado el anillo de compromiso, comprado en Caspe, y la boda se ha fijado para el 30.2.2022, previas amonestaciones en la iglesia parroquial de Beceite, donde se ruega a los vecinos que si alguien tiene algo en contra, que hable ahora o calle para siempre.

Les esperamos el 30 de febrero de 2022 para este enlace matrimonial que presidirá el cardenal Omella de Cretas.
 

viernes, diciembre 22, 2017

El gordo cae en Beceite (88008)

El Gordo cae en Beceite, 88008


Pocos minutos después de empezar el sorteo extraordinario de Navidad, en la localidad de Beceite, Teruel, ha caído el gordo, exactamente en la calle San Roque, justo al lado del portal, y ha bajado rodando hasta casa Pascual, el antiguo cartero.


El gordo cae en Beceite, Teruel




El sobrepeso es un problema, especialmente en pueblos con calles empinadas y en invierno, ya que si se resbala por causa del hielo se corre el riesgo de rodar (redolá) hasta la acequia mayor y , en el peor de los casos, ahogarse.



Rodrigo Lorzas Debonañ, obeso,sobrepeso,gordo,grasa,cigarrillo, fumar


El afectado responde al nombre de Gordi Lorzas Debonañ, y no ha querido interponer denuncia porque no ha sufrido daños corporales gracias al tejido adiposo.


Eso sí, ha pedido al ayuntamiento que instale pasamanos de madera de teca en las calles más problemáticas, como la cuesta del serrano, calle Doctor Fleming, costa de Borles, calle Joaquín Costa, costa del Lilo, costa de José Luis del Tubo, y otras calles con elevada pendiente.






Raphael, Rafael, lotería, qué os ha tocado?, Na na na



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Bingo en Beceite



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Montoro, foto de 2017.


elgordo.net


https://www.loteriasyapuestas.es/es/loteria-nacional


https://www.20minutos.es/noticia/3497382/0/loteria-navidad-2018-ciudades-premiadas/

sábado, agosto 06, 2016

Beceite, El Palacio; Beseit, Lo Palau.

http://www.matarranyaturismo.es/index.php/mod.puntos/mem.detalle/id.55/chk.eac8156abede0b59e65805b8f9a60fbd


Palau , Beceite , vista posterior, delantera, eras, dibujo antiguo


Fue el antiguo palacio del señor de estos territorios, el arzobispo de Zaragoza. Beceite perteneció a la antigua tenencia de la Peña de Aznar Lagaya formada por Valderrobres, Fuentespalda, Torre del Comte y Mazaleón.                                    
Lo Palau era una obra hecha principalmente de sillería que ocupaba la parte alta de la población, frente a las eras comunales. 
Dos torreones, uno hacia el oeste y otro al este, flanqueaban el edificio y coronaban el nuevo barrio del Pilar


eras, eres, Beceite, Beseit

Bar Las Eras, calle San Roque, tiene acceso al edificio, pasadizo hacia la calle Palacio, la planta de arriba ahora es almacén para el bar de Rocío, Albertos, Sandra. A mano derecha Casa Serra y Casa Tomás.

En este palacio los nuevos señores, el arzobispo de Zaragoza, cobraban los diezmos y primicias en especies. El nuevo orden medieval del señor organizaba y dirigía la población. 
Delante, las eras para batir los cereales, (eres de batre) al lado, el antiguo cementerio, junto a Casa Calasanz Caballé, más arriba, la Nevera, polideportivo, detrás, los “Friginals” (freginals) bancales comunales de forraje (ferragenaleto) para alimentar al ganado estabulado.                             
                                    
Las desamortizaciones del estado sobre los bienes eclesiásticos durante los siglos XVIII y XIX hicieron que estos edificios y terrenos pasaran a manos privadas o públicas como es el caso del Palau.                                     
                                    
Actualmente, el edificio original está dividido en tres partes, dos privadas y una municipal, que es la sede de la Asociación Cultural del Palau


El edificio tuvo una intensa vida colectiva durante el siglo XX: fue sede de la Sociedad de Socorros Mutuos, baile, cine (La Lola se va a los puertos, Los Pelayos, coge el dinero y corre), etc , teatro, bar, etc .      

Costa del Serrano desde abajo. Casa lo Serrano es ahora Casa Gasulla-Royo, Eliseo y María Ángeles, a mano izquierda Casa García o Garsía, peluquería de Cristina, Casa Ramón del Pelayo, tío abuelo mío, Caballé como mi abuela Mercedes, y otras casas. Arriba "Lo Palau".


costa del Serrano, cuesta del Serrano, el palacio al fondo

A la derecha Casa Berge, a la izquierda la virgen del Pilar (depilar a la virgen no), y casa "Ángel de Piqué". Abajo casa Ramón de Cocoti, Sanmartí, el coche rojo es-era suyo, antiguo horno de Ángeles Caballé, Casa la Bárbara (Bárbera), esquinera.

costa del Serrano, cuesta del Serrano, calle constitución al fondo

La cervecería El Palau NO está en el edificio con ese nombre, sino en una casa antiguamente llamada Casa 'l Dillo, casa Aldillo o algo así.
El bar tiene su guardia personal. No sé si hay brandy Segarra.


entrada trasera bar palau



Calle Palacio, El Palau, El Palacio, lo palau, fiat, Javi Solfa

Fiat de Javi Solfa (te puedes fiar de Javier Moragrega y de Alberto para cualquier consulta sobre historia, turismo de la localidad y comarca).

Hotel restaurante Fábrica de Solfa.


Calle Palacio, El Palau, El Palacio, Casa ELVIRA y entrada trasera bares

A la derecha, casa Centelles ("sentelles")


Calle Palacio, El Palau, El Palacio, Casa ELVIRA, Sentelles, Centelles


Calle Palacio, El Palau, El Palacio, detalle

A mano izquierda Casa lo Balladó, después recomprada y rehabilitada, con una fachada preciosa. Casa de Pedro Clemente. Horno Bosque Caballé. Mano derecha, casa Tomás por la parte posterior, con la arcada.


Calle Palacio, El Palau, El Palacio, Casa El Sastre, cuesta del Serrano

Costa del Serrano, Casa el Sastre, calle Aragón.


Calle Palacio, El Palau, El Palacio


Calle Palacio, El Palau, El Palacio, casa Javi Solfa, Javier Moragrega

Panadería Bosque Caballé, o Caballé Bosque, Ángeles y Enrique.
Tanto monta, monta tanto, la Caballé com lo estrangé

Calle Palacio 31, Moncho, Ramón Guimerá Lorente, Tomaset, Casa Tomás, horno Caballé

Casa Tomás por la parte trasera:

Calle Palacio 31, Moncho, Ramón Guimerá Lorente, Tomaset, Casa Tomás, enfrente horno Caballé, foto 2

Se salvó la arcada, otras se rompieron.

Calle Palacio 31, Moncho, Ramón Guimerá Lorente, Tomaset, Casa Tomás, enfrente horno Caballé

1651, arcada, arco, antigua calle General Franco, Calle Palacio.

http://www.sipca.es/censo/1-INM-TER-027-037-014/El/Palau.html

https://www.panoramio.com/user/1785078?photo_page=91

http://mapio.net/pic/p-22676709/

viernes, noviembre 09, 2018

Lobo blanco, Puertos de Beceite


Josep Maria Massip Gibert. Naturalista licólogo, Banyoles (Pla de l’Estany)

Leed el texto en la web original, con imágenes y un gráfico de ataques


https://metode.es/revistas-metode/article-revistes/el-lobo-blanco-de-els-ports.html



Lobo blanco, Puertos de Beceite


Nuestro colaborador de Paüls (Baix Ebre), que abre antes la boca que los ojos, Jaume Benaiges ha localizado en el archivo parroquial del pueblo evidencias documentales de una tragedia, sin sospechar que formasen parte de una serie de víctimas infantiles atribuidas a carnívoros antropófagos. Unos hechos que sucedieron en el macizo de Els Ports y que al cabo de más de 150 años son difíciles de evaluar. Se hace necesario analizar más casos de Cataluña y sobre todo de Francia, donde resuenan las muertes por unas bêtes que continúan generando debate y atención mediática.



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En el Boletín de Historia y Geografía del Bajo Aragón, de los meses de marzo y abril del 1908, encontramos:

- Marín y Vidal, hablando de Peñarroya en su libro La Provincia de Teruel, pág. 147, dice: 


“El año 1835 apareció en los puertos de Beceite una hiena á la que las gentes bautizaron con el nombre de el lobo blanco que fué por espacio de varios años el terror de todos los pueblos próximos á la referida sierra.
Esta fiera penetraba en los cementerios y desenterraba los cadáveres, y llegaba á las cercanías de las poblaciones y acometía á los niños.
En Peñarroya hizo cuatro víctimas en distintas ocasiones. La última fué un muchacho de 14 años que murió entre las garras de la fiera el día 3 de Mayo de 1839. Alarmóse la población, salieron todos los cazadores en persecución de la feroz bestia y aquel mismo día fué muerta en la canal de En Pavía por D. Juan Antonio de la Torre, que era una de las personas más distinguidas de Peñarroya y el mejor tirador del país. José de la Torre, hijo de Juan Antonio, tenía trece años cuando su padre mató a la fiera misteriosa. Más adelante dejaría un escrito donde recordaba qué pueblos fueron los afectados entre aquellos 1835 y 1839: Paüls, Arnes, Miravet, Horta de San Juan, Cretas, Torre del Compte y Peñarroya, finalizando el párrafo con un etcétera que hace plantear más interrogantes. Menciona tres víctimas infantiles indicando las fechas y los lugares de los ataques, con los nombres y datos de los padres. Informa de una niña y un niño que tenían nueve años de edad y de un tercer niño de catorce. Una niña solo resultó herida. Cinco ilustres cazadores protagonizarían una batida para intentar hacerse con el animal, batida que fue desde el Cap de la Vinyassa hasta el río de la Canal. El padre del cronista fue quien lo vio primero. Al salirle a cincuenta y cuatro pasos, pudo dispararle la bala que le atravesó el cuerpo. Lo más curioso del escrito es cuando afirma que posteriormente se descubrió que aquella bestia era una hiena que se había escapado de «unos desbravadores» o domadores de circo. Abatiendo la fiera exótica de un hipotético circo, se debería haber acabado con el problema, aunque ahora se podrían cuestionar muchos de los detalles si tuviésemos más informaciones. Pero el documento hallado recientemente en Pauls nos anima a dedicar nuestra atención a estas seis víctimas. Más aún porque en el obituario el entonces rector Ramon Valls atribuye las muertes al lobo. Algunos curas omitían las causas de defunción, excepto cuando alguien no recibía los sacramentos. Contrariamente, aquí se consignan casi todas, a pesar de que el mosén sea lacónico cuando lo escribe.


Los historiadores dicen que el origen de los registros parroquiales viene del año 1348 a raíz del alud de víctimas de la peste negra. Las ceremonias religiosas se multiplicaban y había que controlar los cobros. Aun cuando no hubiese intención de que las generaciones futuras pudiesen guardar memoria de algunos hechos, muchos sacerdotes debían intuir esta conveniencia y gracias a ellos encontramos detalles valiosos para investigar. Veamos, si no, los datos de Pauls mencionados en el encabezamiento. El 11 de junio de 1838, en el camino que va a San Roque, arriba del Freginal de la Retora, se encuentran «las reliquias ó restos del cadáver que ha degollado y en parte devorado un lobo a las diez de la mañana de hoy…». Pertenecen a la niña de siete años Juliana Cortilla Fandos. El 7 de agosto de 1838, en la Solana d’Emperia [sic] localizan los restos «que no se comieron los lobos […] y se dijo ser el de Cosme Tarrega Celma», un zagal de trece años. Diez días después, el 17 de agosto de 1838, se entierra el cadáver de Josep Sanz Lluís. Se había encontrado muerto en los prados «de más abajo del mas de Agustí». La defunción podría ser por el mismo motivo que las otras, pero el cura no lo anota. ¿O quizá es que no ve clara la causa? La víctima parece que tiene catorce años. El 24 de agosto de 1838 dice que Tomasa Laloma Martínez «fue degollada por un lobo en la heredad de sus padres llamada la Coma y cuasi a la vista de los mismos». Tenía cartorce años. Mosén Valls esta vez debe considerar que una muerte tan dramática requiere que se anote con más precisión. El 13 de septiembre de 1838 una nueva víctima de diez años, Francesca Sanmartí Gracià, «fue degollada por un lobo en el barranco de les Ferreres». En los meses siguientes, se puede suponer que por el éxito de la batida de Peñarroya, no habrá otros casos. En cambio, en Pauls faltaba un último desenlace fatal. El 28 de mayo de 1839, ocho días después de haber matado la supuesta hiena del Matarraña, entierran a Benet Gabriel Viña, de siete años, por «mordedura de un lobo». No se indica dónde pasó, si bien se deduce que estaría herido gravemente de antes, y es el único caso con «Misa de Cuerpo presente» y que «recibió el Santo Sacramento de la Extremaunción». La Extremaunción entonces era la unción in extremis, administrada cuando la muerte se veía venir. A los otros los habían depositado directamente en el cementerio. Se trataba solo de restos y a menudo se lee «no recibió Sacramento alguno». En todos los casos del pueblo, los escritos no hacen concesiones; no se llama «lobo blanco» a la fiera, ni «hiena», ni «bestia diabólica», a pesar de que podríamos intuir que en aquellos territorios se sintiese pánico. En circunstancias así, únicamente se entendería que si los niños continuaban arriesgándose por los alrededores, era porque debían considerarse imprescindibles en las labores del campo o haciendo de pastores. Constatación que ahora veríamos como de irresponsabilidad de los padres, a menos que entonces una desgracia de estas aún se asumiese como inevitable. Actualmente también sabemos que circular en coche puede tener riesgos y no nos privamos de ello.



Para poder ocupar espacios productivos amenazados por los depredadores, la lucha de nuestros ancestros, que aún depredaban más, tuvo que ser cruel y dolorosa durante generaciones, pero los humanos no solo queríamos sobrevivir. Lo arrasamos todo hasta provocar que muchas especies desapareciesen. Una de las afectadas fue el lobo, y en la península Ibérica hace solo casi un siglo que se extinguió de los territorios mediterráneos y de bastante más allá. Sin memoria de las épocas en que esta fiera se consideraba habitual aquí, hemos perdido infinidad de pautas sobre cómo nos debíamos comportar para prevenirnos y defendernos, aunque más a menudo actuasen movidos por la indignación por los daños, o bien se resignasen a la fatalidad y no hiciesen nada. Existía todo un mundo de estrategias o de infortunios, así como de actitudes a la hora de enfrentarse a los depredadores para subsistir o de arriesgarse para disponer de más recursos. Muchas veces la gente se dejaba la piel porque la intención de enriquecerse les hacía exponerse más. Ya en siglo xx el rastro de las desgracias se olvidaría, enterrado con los recuerdos de los más viejos, que se asilaban o bien quedaban inmersos en los suburbios industriales de muchas ciudades. El desarrollo desbocado pasaba por alto la consideración ética del entorno, aunque el contacto con la naturaleza y sus valores empezaba a añorarse. Otra visión sustituiría la realidad dura y vivida. Faltaba poco para que se propiciase una cierta nostalgia, quizá bucólica. El lobo corría un peligro inminente de extinción irreversible en buena parte de Europa y los movimientos conservacionistas querían que se diese una nueva oportunidad para cohabitar con la fiera más legendaria del hemisferio norte. Se implantarían acciones de recuperación y la finalidad sería la de salvar Canis lupus. Pese a las treguas humanas, hoy aún no es posible sacarlo de muchas listas de especies amenazadas, pero determinados núcleos de varios países se han recuperado y se expanden. Para favorecer estos intentos, con buena fe o desconocimiento histórico y situándose en uno de los extremos ideológicos, aparecían los que negaban a ultranza cualquier indicio de víctimas humanas atribuidas al lobo. Datos que también se van encontrando en Cataluña, aunque de manera exigua quizá porque se ha investigado poco. En esta reflexión tenemos que preguntarnos: ¿Una hiena podría vivir durante cinco años en Els Ports? ¿Sería albino el animal? ¿Existió el circo de que habla la crónica? ¿Por qué la gente, que entonces conocía bien al lobo, lo llamaba «el lobo blanco»? ¿O es que se trataba de un lobo albino singular o de pelaje claro por ser viejo? ¿No sería un mastín cruzado con lobo? ¿O un perro asilvestrado? La diagnosis no se puede aventurar sin más pruebas. Debemos advertir que la impunidad de que se gozaba en todas partes cargando al lobo con las culpas fue real y documentada, hasta que llegó la criminología moderna. Ahora obtendríamos muestras de pelo, saliva o excrementos de cada depredador para analizar el ADN y dictaminar quiénes son los auténticos responsables. Sobre estos casos de Els Ports, hemos querido consultar a Jean-Marc Moriceau,profesor de la Universidad de Caen, en la Baja Normandía, y experto en la temática de víctimas humanas atribuidas a las fieras. Sus libros han dado pie al debate al haber hecho públicos muchos registros galos semejantes a los de Pauls. Según él, «se trata de un lobo muy peligroso, de comportamiento inusual». El profesor Moriceau explica con detalle su postura: «La designación de “hiena” es genérica para calificar cualquier animal salvaje que ataca al hombre y que se distingue por su comportamiento, en lugar de los depredadores del territorio. En la Francia del siglo xviii (e incluso en 1814) en cuatro casos analizados las mentalidades populares evocaban a la hiena para subrayar bien al agresor y aislarlo de la conducta de sus congéneres: en 1756 en el Lionés, en 1764-1770 en Gavaldá, en 1788 en el Esterèu y en 1815-1818 en el Nivernés. En el caso de Cataluña, excepto que se encontrase el origen exacto de la supuesta hiena y la identidad de su propietario (que no parece ser el caso) nos atenemos a los rumores populares que reflejan un choque psicológico por contraste con la conducta habitual de los animales depredadores de la región, a saber, los lobos. En resumen, salvo nuevas pruebas, creo que esta supuesta hiena es un lobo devorador de hombres.» En Cataluña había habido acciones oficiales, con contenidos significativos porque dan claves de cómo algunos lobos podían acostumbrarse a comer carne humana. En octubre de 1816 el capitán general ordena batidas advirtiendo que hay «personas mordidas por lobos» de los mismos alrededores de Barcelona. Decían que, rabiosos, habían devorado a una chica, matado a dos hombres y herido a otro, cuando si los lobos hubiesen estado avanzadamente rabiosos no habrían podido comer nada. También decretaban cacerías porque «aun quando los lobos no sean rabiosos parece que han contraído el hábito de cebarse en carne humana […] tal vez por la proporción que han tenido en esta última guerra». Por lo que respecta a episodios igualmente documentados, hay uno de El Vallès Oriental que daba a conocer el médico Bonaventura Sendil en 1825: En Vilamajor cuatro muertos entre niños y niñas. Cogidos tres, dos niños y una niña, pero salvados, aunque gravemente heridos. En Monseny un niño muerto y devorado. En Santa Susana uno muerto y devorado. En Santa Susana uno muerto y otro gravemente herido, pero defendido. En San Esteban de Palau Tordera, uno muerto y la mayor parte devorado, y tres gravemente heridos pero defendidos. En Palau Tordera una niña muerta, y devorada la mayor parte. En Campins una niña muerta, y un niño cogido, pero defendido sin ser herido. En Collsabadell una niña muerta, y una cogida y gravemente herida. En Vilalba Saserra una niña cogida y defendida sin ser herida. Acaba diciendo que el último ataque se produjo el día 18 de marzo contra una niña, «devorada enteramente, a excepción de un pedazo de brazo y un poquito de cabeza. Advierto todos estos daños y puedo dar justificación siempre que sea necesario». Las personas no somos presas habituales del lobo, que prefiere herbívoros. Pero tampoco se pueden descartar sus capacidades como depredador oportunista, inteligente y carroñero saneador del medio. De primavera a verano puede arriesgarse cuando no encuentra presas para criar a los lobeznos. No podemos pasar por alto que los meses con más personas afectadas coinciden mucho con los de los estudios estadísticos de Moriceau. Es cuando había más presencia humana en los campos, los sembrados podían servir de escondrijo y permitir a los lobos observar a las posibles presas vulnerables. Sin el ganado, que durante medio año solía alejarse por la trashumancia, era difícil la supervivencia de las camadas que campaban cerca de la gente. Más aún si habían criado y contando con el recurso del ganado, enfermo o sano y de la carroña que generaba. No es extraño, por tanto, que los depredadores se sintiesen atraídos por los pueblos donde había otro tipo de ganado, desperdicios y olores de alimentos o que se decidiesen finalmente por los humanos, dada la desorganización social y los muertos debidos a las guerras. Quedan archivos de poblaciones aquí mencionadas donde hacer investigación y obtener nuevos datos. Serían útiles para conocer más detalles de interés sobre estos hechos que ahora nos parecen insólitos. 


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Ignacio Sorolla Vida, el llop blanc dels ports